Teníamos pendiente hablar de esta iconografía desde hace un par de semanas.
Se trata de lo que se conoce como "la extracción de la piedra de la locura".
Ésta es una versión realizada en el taller de Martin van Cleve el Joven (c. 1527-1581) que salió a subasta en Sotheby's Londres en diciembre del año pasado. Lo interesante es que recoge el original perdido de Pieter Brueguel El Viejo, conocido hoy sólo a través de una serie de copias antiguas.
Según la creencia popular, los necios y los locos tenían una especie de excrecencia o piedra en la cabeza, que era lo que les producía su problema, al oprimirles el cerebro. Por eso, muchos se ponían en manos de "cirujanos" -embaucadores en realidad- para que se la extrajeran y poder, así, recuperar su cordura. En esta tabla vemos cómo los pacientes eran atados a la silla (hay que tener en cuenta que la cirujía, durante la Edad Media, se realizaba sin anestesia) y la escena está repleta de personajes y acciones, a cual más descabellada, aludiendo a la necedad de los pacientes pero, también, a la de los supuestos doctores.
Una de las obras más conocidas que toma como argumento este asunto es la del Bosco (1450-1526), hoy en el Museo del Prado (imagen derecha).
En ella, el artista escribe en una hermosa letra gótica la leyenda: "Maestro quítame la piedra. Mi nombre es Lubbert Das". Con este nombre se alude en la cultura neerlandesa a la máxima estupidez humana, como en español podríamos decir, por ejemplo, "la tonta del bote". Si nos fijamos en la silla, veremos que la bolsa del paciente aparece atravesada por un puñal, símbolo de la estafa que está sufriendo en realidad y ciertos elementos, como el libro cerrado sobre la cabeza de la mujer de la derecha, o el embudo en la del cirujano, son claras alusiones a la ignorancia y la superstición.
Jan Sanders van Hemessen (1500-1575), fue otro pintor flamenco que reflejó esta escena en una obra que también hoy se encuentra en el Prado (abajo, izquierda). La realidad es que, estos charlatanes de feri
a practicaban una pequeña incisión sin riesgo para el paciente y, con un juego de manos, sacaban de ella una concreción calcárea, que pasaba a formar parte de su colección. Hemessen ofrece una realista visión de cómo estos farsantes mostraban, colgadas de un cordel, todas las que habían extirpado, como señal de lo buenos profesionales que eran.
Curiosamente, recuerdo haber leído en algún libro (siento no recordar dónde ha sido exactamente), que los modernos investigadores han encontrado la causa de ciertos problemas y trastornos psicológicos en una zona del cerebro que se localiza, justamente, en aquélla que los pintores muestran abierta y de la que los curanderos extirpan la mencionada piedra.