domingo, 19 de julio de 2009

Iconografía de Venus (II): la "toilette" y algunos amores de la diosa

La imagen de Afrodita, sentada, de pie o reclinada, pero siempre desnuda, se convirtió en motivo iconográfico repetido hasta la actualidad, como ocurrió con las escenas de Diana en el baño. Las variantes fueron múltiples, destacando aquella en la que aparece en su tocador (en la imagen, La venus del espejo, de Velázquez, hoy en la National Gallery de Londres), reflejada en un espejo y quizá el dato más significativo para diferenciar a las dos diosas está en que, normalmente, Venus se acicala en un interior atendida por amorcillos mientras que Diana lo hace en una fuente al aire libre y rodeada por las ninfas que componen su cortejo. Sin embargo, como en ocasiones también Venus aparece en un paisaje boscoso o debido al hecho de que pueden plasmarse en esculturas de bulto redondo, porcelanas o cerámicas, habrá que tener en cuenta los símbolos de cada una de ellas para diferenciarlas: las palomas en el caso de la primera, mientras que Diana, por ser la divinidad de la caza, suele portar o tener cerca un carcaj con flechas, así como un arco y otros elementos referidos a esta actividad. En el lienzo Diana saliendo del baño, de Boucher (en el Museo del Louvre, a la derecha), por ejemplo, se puede ver también otro atributos habituales de la diosa: una diadema en la cabeza adornada por una media luna, pues se la identificó con este astro.

Igualmente, resulta interesante señalar que son diosas con significados opuestos dado que, mientras una representa el amor y la sensualidad, la otra es imagen de la castidad. Habrá que tener cuidado para no confundirlas también en otro episodio en el que Venus se hace pasar por Diana para presentarse ante Eneas, con el vestido corto y portando un arco, como es característico de la otra diosa.

Uno de los mitos más frecuentes se refiere a su episodio amoroso con Adonis. Este mortal había nacido de la pasión incestuosa entre Mirra y su padre Cíniras quien, al enterarse de la identidad de la mujer que se acostaba junto a él por las noches, intentó matarla. Para evitarlo, los dioses la convirtieron en árbol y más tarde la corteza se abrió, saliendo el niño. Apasionado por la caza, murió corneado por un jabalí que según algunos era el dios Ares, celoso. Muchos artistas eligen el momento en que la diosa intenta detener a su amado puesto que conoce el destino que le espera si sale de cacería, como hizo Tiziano en el lienzo que hoy podemos contemplar en el Museo del Prado (izquierda).


Una vez más, es imprescindible fijarse en los atributos de los personajes puesto que, en este caso, existe otra escena protagonizada por Diana que puede llegar a confundirse. Se trata de los amores que mantuvo con Endimión, joven pastor del que se había enamorado y para el que consiguió que Zeus le concediera un deseo. Pidió el muchacho permanecer eternamente joven, por lo que cayó en un sueño perpetuo pero con los ojos abiertos, para no dejar de mirar a su amante. La escena nos suele presentar, sin embargo, al pastor con los ojos cerrados, rodeado de perros y ovejas, en el regazo de la diosa, identificada por sus atributos (a la derecha, lienzo de Boucher en la National Gallery de Washington). Precisamente por su similitud, en ocasiones se encuentran ambas representaciones -Venus y Adonis, y Diana y Endimión- formando pareja.

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