La narración bíblica (Génesis, 19) nos cuenta que Lot, sobrino de Abraham, vivía junto a su mujer y sus dos hijas en la llanura de Sodoma y Gomorra. Yahvé había avisado a Abraham acerca de su decisión de a destruir aquellas dos ciudades, debido a la maldad de todos sus habitantes, pero después de que Abraham le preguntara si iba a condenar incluso a los posibles inocentes que vivieran allí, Él decide avisar a Lot, único digno de salvarse.
Avisados por dos ángeles, abandonó su hogar junto con su esposa y sus dos hijas, después de prometer que no volverían la vista atrás. Al poco de salir, la mujer se dio la vuelta, curiosa por saber lo que ocurría en las dos ciudades, quedando convertida en una estatua de sal.
El padre continuó camino, y llegaron los tres hasta una cueva. Las dos hermanas, preocupadas porque no tendrían descendencia, decidieron emborrachar a su padre para acostarse con él. Así, evitaron lo que los judíos consideraban el peor castigo para una mujer: no tener hijos. Y de los niños nacidos surgieron dos tribus: los moabitas, cuyo nombre deriva de Moab, el hijo que tuvo Lot con su hija mayor, y los amonitas, de Amón, el hijo de la hermana menor.
Los artistas suelen centrarse en el momento de la embriaguez de Lot, con las dos hijas semidesnudas, y sus jóvenes cuerpos en marcada contraposición con la madurez del padre. Así se puede observar perfectamente en la versión de Simon Vouet (al inicio de este post). En muchas ocasiones se representa la ciudad en llamas en un último plano, la mujer de Lot convertida en estatua de sal e incluso, como ocurre en la obra de Jan Massys, los dos ángeles indicando el camino que Lot debe seguir (sobre estas líneas, a la izquierda de la pintura).