jueves, 9 de febrero de 2012

¿De qué obispo hablamos? San Nicolás de Bari

Este es el otro reto que nos faltaba por resolver, aunque, como siempre, las pistas que se habían ido dando no dejaban lugar a dudas sobre nuestro protagonista: san Nicolás.
Uno de los santos más populares durante la Edad Media, todavía hoy se mantiene entre los más conocidos a pesar de que su vida es más legendaria que real. Pertenece a la Iglesia griega y a la latina y se dice que nació en Asia Menor hacia 270, llegando su culto, junto a sus reliquias, hasta el sur de Italia. Fue obispo de Mira y, con la llegada del emperador Constantino, liberado de la prisión donde se le encarceló. Murió en 342.
Su santidad se reflejó desde su nacimiento, pues, por ejemplo, los viernes no mamaba de su nodriza por ser día de ayuno.
En cuanto a su iconografía, lo habitual es que aparezca con barba blanca y caracterizado como obispo, con mitra, capa pluvial y báculo, acompañado por elementos tomados de los dos episodios más conocidos de su leyenda, que son precisamente los que se ven aquí: por un lado, tres bolsas de oro o, lo que es más frecuente, tres bolas doradas o manzanas que tienen relación con aquellas tres bolsas que tiró el santo al interior de la casa de un noble arruinado que estaba a punto de hacer que sus hijas se prostituyeran (de esta manera, pudo dar el oro como dote y casarlas honrosamente). Las manzanas se empezaron a representar al confundir a este santo con Papá Noel, porque éstas se colocaban en los zapatos de los niños como regalo de Navidad. Por otro lado, los tres pequeños dentro de un barreño (en la imagen apenas se distingue, pero los niños salen de él. Perfectamente visible en el caso de la escultura del museo de Soignies (Bélgica -a la derecha-) son interpretados por Réau como una deformación de otro asunto relacionado con el santo.
Al parecer, hubo tres generales de un ejército condenados a muerte de manera injusta quienes, invocando al santo, lograron que éste se apareciera ante el prefecto y el emperador Constantino para defenderlos, logrando que fuesen liberados. De aquí, derivó una historia según la cual eran tres pequeños que, después de pedir hospitalidad a un carnicero, fueron descuartizados y puestos en un saladero por éste, y acabarían resucitando por intervención del santo. Réau explica que esta leyenda nació en Francia en el siglo XII al interpretar que los tres prisioneros eran niños dentro de una cuba porque sus cabezas emergían de una torre cortada por la mitad (pues los cautivos, durante la Edad Media, se representaban así). La imaginación popular hizo el resto.

Bibliografía: VORAGINE, Jacopo della, La Leyenda Dorada, t. I, Madrid, Alianza Forma, 1996, pp. 37-43; Louis RÉAU, Iconografía del arte cristiano. Iconografía de los santos. G-O, Barcelona, Del Serbal, 1997, pp. 428-442




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