Pensar en la luz del Mediterráneo es pensar en Sorolla. Y éste es buen momento, quizá uno de los mejores. Coincidiendo con la magnífica exposición del Museo del Prado, con más de un centenar de obras procedentes de diversos museos y colecciones particulares, la sede madrileña de Sotheby's expone, los días 25 y 26 de mayo, Niña entrando en el baño.
Firmado y fechado en 1917, el pintor había realizado este lienzo dos años antes en la playa valenciana de La Malvarrosa. Y aunque la aparición de los niños se había dado desde principios de 1900, es ahora cuando toman un papel protagonista que desplaza a los pescadores o bueyes con los que habían compartido el espacio pictórico con anterioridad.
La obra, que será incluida en el catálogo razonado realizado por Blanca Pons Sorolla, saldrá a pujas el próximo 3 de junio en Londres, partiendo de una salida estimada entre 1.935.000 y 2.846.000 €, precio máximo cercano a los 2.876.000 € que se pagaron en mayo del pasado año, también en esta sala, pero en Nueva York, por Las tres velas.
Mientras esperamos expectantes el día de la subasta, el Prado nos deleita con una magnífica recopilación de obras grandiosas, por calidad y tamaño. Llama la atención la madurez artística del pintor desde sus primeras creaciones; atrae su alegría de vivir, palpable en pinturas como La vuelta de la pesca del Museo de Orsay (en la imagen), con unos maravillosos bueyes y unas olas que casi se pueden oír. El realismo de su pintura de crítica social, con ¡Aún dicen que el pescado es caro! o Trata de blancas, se combina con la monumentalidad de las obras destinadas a la Hispanic Society de Nueva York, que han necesitado una sala en exclusiva para ellas, dadas las dimensiones que presentan. En contraste, pequeños lienzos, como El mamón, procedente de la Colección Masaveu -que cuenta entre sus fondos con cincuenta obras del pintor-, nos acerca a las imágenes de familia que con tanta ternura cultivó Sorolla.
Otra de las piezas que destacan, de colección particular y poco conocida entre el gran público, es un delicadísimo desnudo femenino inspirado en la Venus del Espejo de Velázquez, que nos da su deliciosa espalda rodeada de telas de raso. Además de una selección de retratos, al final, para relajarnos, varios paisajes de montaña en los que se nota la influencia de Aureliano de Beruete conforman el mundo que vivió Sorolla y que ahora nos trae la pinacoteca madrileña hasta el 6 de septiembre.
Firmado y fechado en 1917, el pintor había realizado este lienzo dos años antes en la playa valenciana de La Malvarrosa. Y aunque la aparición de los niños se había dado desde principios de 1900, es ahora cuando toman un papel protagonista que desplaza a los pescadores o bueyes con los que habían compartido el espacio pictórico con anterioridad.
La obra, que será incluida en el catálogo razonado realizado por Blanca Pons Sorolla, saldrá a pujas el próximo 3 de junio en Londres, partiendo de una salida estimada entre 1.935.000 y 2.846.000 €, precio máximo cercano a los 2.876.000 € que se pagaron en mayo del pasado año, también en esta sala, pero en Nueva York, por Las tres velas.
Mientras esperamos expectantes el día de la subasta, el Prado nos deleita con una magnífica recopilación de obras grandiosas, por calidad y tamaño. Llama la atención la madurez artística del pintor desde sus primeras creaciones; atrae su alegría de vivir, palpable en pinturas como La vuelta de la pesca del Museo de Orsay (en la imagen), con unos maravillosos bueyes y unas olas que casi se pueden oír. El realismo de su pintura de crítica social, con ¡Aún dicen que el pescado es caro! o Trata de blancas, se combina con la monumentalidad de las obras destinadas a la Hispanic Society de Nueva York, que han necesitado una sala en exclusiva para ellas, dadas las dimensiones que presentan. En contraste, pequeños lienzos, como El mamón, procedente de la Colección Masaveu -que cuenta entre sus fondos con cincuenta obras del pintor-, nos acerca a las imágenes de familia que con tanta ternura cultivó Sorolla.
Otra de las piezas que destacan, de colección particular y poco conocida entre el gran público, es un delicadísimo desnudo femenino inspirado en la Venus del Espejo de Velázquez, que nos da su deliciosa espalda rodeada de telas de raso. Además de una selección de retratos, al final, para relajarnos, varios paisajes de montaña en los que se nota la influencia de Aureliano de Beruete conforman el mundo que vivió Sorolla y que ahora nos trae la pinacoteca madrileña hasta el 6 de septiembre.
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