A principios del mes septiembre proponíamos esta obra, subastada el pasado 23 de junio en Doyle, Nueva York. Se trata de un grabado de Durero que representa el Noli me tangere.
La obra, con el número de lote 82A, se ofrecía al público por una estimación que oscilaba entre 491 y 655 €, vendiéndose por 665.
El asunto aparece narrado en Marcos (19: 6) y Juan (20: 14-18). Tras la visión de la tumba vacía por parte de las tres Marías, las apariciones de Cristo a sus discípulos son la mejor prueba de la Resurrección. Parece claro que Jesús resucitado debió cambiar su apariencia, pues ni la Magdalena, ni sus discípulos cuando iban camino de Emaús lo reconocen, confundiéndolo con un jardinero y un peregrino, respectivamente.
Juan aúna la escena anterior de la visita de las Marías al sepulcro, con la aparición a María Magdalena. Según este evangelista, ella se queda llorando en el sepulcro vacío después de que las demás se hayan marchado, y repentinamente aparece un hortelano, al que acusa de haber escondido el cuerpo de Cristo, pero cuando Él la llama por su nombre, Magdalena lo reconoce e intenta acercarse para tocarle, lo que Jesús impide con las palabras “Noli me tangere” y un gesto de la mano. Sin embrago, aunque las palabras evangélicas son claras, se pueden dar dos versiones diferentes. En la primera, la más antigua, ella extiende sus brazos hacia Jesús al mismo tiempo que Él le ordena no tocarle; la indumentaria de Cristo varía con el tiempo, de modo que en el XIII aparece envuelto en su mortaja y sostiene la cruz astada de la Resurrección, para pasar a representarse en el XIV como hortelano, con sombrero de paja y azada mientras que a partir del XV puede sostener al mismo tiempo ésta y la cruz. Ella puede aparecer a sus pies, pero siempre a distancia. La segunda versión, que nace a partir de una leyenda en el siglo XV, presenta a Cristo tocando la frente de la Magdalena. Por la reliquia de la cabeza de la santa que se guardaba en Saint Maximin, en Provenza, se decía que se le había aparecido a Carlos II de Anjou para revelarle que Cristo resucitado le había marcado la frente. En dicha calavera se conservaba un resto de piel sobre la frente y, sobre esta piel apergaminada mostraban a los peregrinos una impresión digital de Jesús.
Antonio Allegri da Correggio (1489-1534) realizó en 1518 su versión, hermosísima, de este asunto, que hoy se encuentra en el Museo del Prado (derecha). Es un óleo sobre tabla que el duque de Medina de las Torres regaló a Felipe IV, y a través de las colecciones reales pasó a la pinacoteca madrileña.
Fuentes: Louis Reau, Iconografía del Arte cristiano. Iconografía de la Biblia. Nuevo Testamento, Barcelona, Ed. del Serbal, pp. 579-581
Fotos: Wikipedia
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