La santa, como muchas de las primeras mártires del cristianismo, se supone hija de un noble y, por su belleza, fue perseguida por un prefecto, que pretendía casarse con ella. Así, Fabricio, fue rechazado por la joven, que decía que ya estaba casada con Cristo. Fue amenazada y torturada, pero nada surtió efecto. Ella decía que prefería morir pues, de este modo, llegaría hasta su esposo y podría recoger manzanas y rosas del Paraíso. Así, mientras iba directa a su muerte, fuera de la ciudad donde sería decapitada, se encontró en el camino con el notario del rey, Teófilo, que se mofó de ella pidiéndole no se olvidara de llevarle manzanas y rosas del Paraíso cuando llegara allí. Justo cuando el hacha del verdugo caía sobre su cabeza, un ángel se presentó ante ella con un cesto en el que había tres rosas y tres manzanas, y la santa le pidió que se lo acercara al escriba quien a partir de ese momento se convirtió al cristianismo.
En su iconografía el detalle de las manzanas nos sirve para diferenciarla de otras mártires cristianas que portan rosas, como santa Casilda, Isabel de Portugal o santa Isabel de Hungría.
MARAVILLOSOS CUADRO Y GRACIAS POR COMPARTIR UN POCO DE HISTORIA. A SUS PIES, SEÑORA.
ResponderEliminarMuy hermoso, es cierto. Y un buen precio de remate, también.
ResponderEliminar¡Gracias por los comentarios!
Un saludo,
Raquel