La historia de este mártir, personaje histórico que vivió durante el siglo XIV, se ha mantenido oculta por su leyenda. Según ésta, fue el confesor de la reina de Bohemia, esposa de Wenceslao IV. El monarca, celoso y cruel, quiso saber lo que su mujer le confesaba al santo, pero Juan se negó rotundamente a romper el secreto de confesión. Wenceslao intentó sobornarle, sin conseguir nada; después lo amenazó de muerte si no le revelaba lo que quería saber, con el mismo resultado. Finalmente, el rey lo encarceló y torturó, arrojándole al río Moldava desde el puente de la ciudad. Continúa la leyenda narrando cómo el cielo quiso demostrar su santidad rodeando su cabeza con cinco estrellas que le señalaron al pueblo de Praga dónde se encontraba el cuerpo y quién había sido el asesino. De este modo, el 20 de marzo de 1393, el que fuera vicario general de la archidiócesis praguense, moría y entraba en la leyenda a un mismo tiempo. Hubo de esperar hasta 1729 para verse entre los santos de la Iglesia Católica, después de que se encontraran, al abrir su tumba unos años antes, con lo que creyeron que era su lengua incorrupta.
En España no lo conocemos demasiado. Tal vez por eso, o tal vez porque su leyenda me parecía una especie de cuento de hadas, cuando tuve que elegir el tema sobre el que quería investigar para mi tesis doctoral, escogí a san Juan Nepomuceno, patrón de los confesores, abogado de la honra de sus devotos, protector de los puentes y patrono secundario de la Compañía de Jesús, entre una gran multitud de patronazgos. El estudio de su iconografía en España, sin analizar hasta ese momento, me resultó irresistible.
Ahora, y precisamente en el contexto de esta exposición, el Museo del Puente Carlos me pide que dé una conferencia sobre este asunto. Será una breve introducción a la llegada de este santo hasta la Península que tendrá lugar el próximo martes, 11 de agosto a las 19 horas en el mencionado museo.
Sería mucho más interesante para sus lectores, que presentara la vida de este gran Santo sin otorgarle matices de fantasía, historia, cuento o mito. No se olvide que el Vaticano, cuando toma en sus manos la causa de santificación de un Siervo de Dios, lo hace con extremo rigor, prudencia y valiendose de agentes que militan en el escepticismo, siendo aquéllos quienes certifican los hechos inexplicables (a la luz de la ciencia) y milagros que llevan a un alma a los altares. Por último, creo que la profesión de ser artista, es más una manera de ser; por lo que el grado de convicción con el que presente su obra, permeará toda su exposición. En este orden de ideas, la invito a que indague sin escepticismos la vida de este gran hombre, para que su obra sea presentada sin contradicciones.
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