Aquí tenemos la solución al reto propuesto la pasada semana.
Se trata de un fresco de Botticelli, Las pruebas de Moisés, realizado para una de las paredes de la Capilla Sixtina en el Vaticano, por encargo del papa Sixto IV en 1481.
Como decía, en realidad son muchos momentos incluidos en una única obra, por lo que prefería que habláramos del personaje en cuestión: Moisés, para que tengamos la oportunidad de hablar de cada una de las escenas con más detenimiento.
El tipo iconográfico varía con el tiempo: el arte cristiano primitivo lo representa como un hombre joven e imberbe, aunque pasados estos primeros tiempos lo habitual será que aparezca como un varón maduro y con barba bífida que porta en sus manos las Tablas de la Ley. Muy pronto, se le reconocerá además por dos pequeños "cuernos" que aparecen en su frente. Quizá la obra más famosa que así lo representa es el Moisés que Miguel Ángel esculpió para la tumba del papa Julio II, en la iglesia de San Pietro in Vincoli (imagen izquierda). El origen está en la traducción que san Jerónimo hizo de la Biblia, la Vulgata. Así, aunque el original decía que Moisés bajaba del monte Sinaí tras hablar con Dios, con el rostro resplandeciente, san Jerónimo tradujo "cuernos" donde quería decir "rayos" y, a pesar de que santo Tomás de Aquino luchó contra esta interpretación, no tuvo éxito alguno. Es más, incluso se le ha representado de este modo en momentos anteriores a su subida al Sinaí, lo que está claramente contra la tradición bíblica.
Aunque en la Edad Media se moralizaron estas protuberancias, aludiendo a que con ellas, Moisés podía expulsar a los personajes que pudieran significar el mal, en el siglo XVI, la Iglesia contrarreformista, temiendo los ataques de los protestantes, comenzó a hacerlas desaparecer.
Fuente: Louis REAU, Iconografía del arte cristiano. Antiguo Testamento, Barcelona, Del Serbal, 1996, pp. 212-214
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.